Por: Luis Antonio Hernández
Había una vez un pequeño oso llamado Nico, que vivía en un hermoso valle rodeado de grandes montañas. Nico amaba el calor del sol y lo feliz que se sentía al correr bajo sus rayos dorados. Sus días estaban llenos de risas, mariposas revoloteando y el suave aroma de las flores del valle. Pero cuando el sol se escondía tras las montañas y el cielo se oscurecía, Nico comenzaba a sentir algo diferente: miedo. Las sombras se volvían grandes, los sonidos se apagaban y todo parecía más frío y solitario.
Una noche, mientras la luna tímidamente asomaba su luz plateada en el cielo, Nico decidió que ya no quería tener miedo. «Debe haber una manera de no temerle a la oscuridad», pensó. Así que fue a buscar a su amiga, la luciérnaga Lili, que siempre brillaba con una pequeña luz en medio de la noche.
«Lili», le dijo Nico con ojos curiosos, «Tú siempre brillas en la noche. ¿Cómo lo haces? ¿No te da miedo la oscuridad?»
Lili, con su luz parpadeante, sonrió y le respondió: «Nico, no necesitas ser grande para brillar. La luz más pequeña puede iluminar la oscuridad. Solo tienes que encontrar tu propia luz interior.»
Nico, intrigado por sus palabras, se despidió de Lili y caminó de regreso a su cueva, pensando en lo que su amiga le había dicho. Esa noche, cuando el valle estaba en completo silencio y las sombras cubrían todo a su alrededor, Nico decidió hacer lo que Lili le había aconsejado. Cerró sus ojos y comenzó a buscar su luz interior.
Pensó en el calor del sol que tanto le gustaba, en el dulce aroma de las flores que llenaban el valle y, sobre todo, en la risa de sus amigos y familiares que lo hacía sentir tan feliz. Poco a poco, una sensación cálida creció en su pecho, como si una luz brillara desde dentro de él.
Cuando abrió los ojos, la noche seguía oscura, pero Nico ya no sentía miedo. Su luz interior lo acompañaba, tal como Lili le había dicho.
Desde ese día, Nico supo que, aunque la noche llegara y el mundo pareciera silencioso y lleno de sombras, siempre llevaría consigo una luz que lo guiaría, incluso en los momentos más oscuros.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
Nota del Editor: Es importante destacar que el contenido de este artículo refleja únicamente las experiencias y perspectivas de un grupo específico de personas autistas y sus familias. No pretende abarcar la diversidad de realidades y vivencias que existen dentro de la comunidad autista. Cada individuo tiene su propia historia, y las circunstancias pueden variar considerablemente. Invitamos a los lectores a considerar esta diversidad y a fomentar un diálogo abierto y respetuoso sobre las experiencias de todos los autistas y sus familias.